martes, 25 de octubre de 2022

Creer (XXIV y final)

DGD: Postales, 2022.

 

Tengo mis motivos [—dijo el diablo—] para hacerte oscilar entre la incredulidad y la fe. Es un nuevo método que he adoptado. Te conozco y sé que cuando dejes de creer en mí por completo, empezarás a decir que no soy un sueño, sino que existo verdaderamente. Entonces habré alcanzado mi objetivo. Un objetivo noble, porque depositaré en ti un minúsculo germen de fe, del que nacerá una encina, una encina tan grande que será tu refugio.

Dostoievski: Los hermanos Karamazov

 

Creer y pensar

 

En la dramaturgia norteamericana es muy frecuente que, cuando un personaje comienza una frase con I think... (“Yo creo”), otro lo interrumpa con una pregunta de escarnio: You think?, que puede traducirse como “¿Tú crees?” (correspondiente a “¿De veras?”) y a la vez como el muy agresivo “¿Tú piensas?” (que equivale a “¿Te crees capaz de pensar?”).

          Tres expresiones inglesas equivalen a “Yo creo”; la primera es I think (literalmente “pienso”); la segunda, I guess (“adivino”); la tercera, I believe (“creo”). Esta última (I believe in democracy: “creo en la democracia”) guarda respecto a las otras una considerable diferencia, puesto que las que implican a la duda (I think so: “así lo creo”; I guess so: “me parece”, “tengo la impresión”) no relacionan al acto de dudar con la creencia sino con el pensamiento. Esta es la inferencia más contundente: creer y pensar se reconocen como sinónimos. Dicho de otra manera: todo pensamiento es una creencia.

 

 

Swedenborg: Sola Fide

 

En La nueva Jerusalén y su doctrina celeste (1758), Emanuel Swedenborg se atreve a ir más allá del evangélico Sola fide (“sólo por la fe” o “por la fe sola”) y afirma que la salvación no se da únicamente por el acto de creer. Añade que el propósito de la fe es animar a una persona a vivir de acuerdo con la solidaridad, y se apoya en la Epístola de Santiago 2:26: “Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta”. Según Swedenborg, ese visionario que tanto influyó en grandes escépticos como Goethe o Voltaire, la fe individual no sirve de nada sin una buena voluntad hacia los demás: una empatía. Su llamado casi herético es abrir el campo egoísta de la fe, sólo preocupada por la salvación personal, y transformarlo en un hacer que se traduce ante todo en un trabajo mundano, no sólo fraternal sino —como se diría ahora— ecológico: la necesidad de sentirse parte no sólo de la humanidad sino del universo.

 

 

Recuento

 

Certeza, certidumbre, fiabilidad, confianza, creencia, credulidad, evidencia, comprobación, fe, son palabras relacionadas con un único fenómeno que puede resumirse de esta manera:

          —En términos llanos, creer es depositar confianza, suspender el recelo, apoyarse en algo o en alguien. Todos estos son actos necesarios en un estado de desequilibrio, desorden o caos: el acto de confiar sólo existe como tal ahí en donde no se puede confiar de modo espontáneo; el recelo se vuelve “natural” en un medio caracterizado por la crueldad y la rapiña.

          —El creer resulta esencial para el equilibrio mental del individuo. (Lo requiere para no caer en un completo desequilibrio, en un desorden total.) Aun si hubiera equilibro y orden, el creer seguiría siendo necesario para conjurar el sentimiento de incompletud (resultado de la esencial pregunta “¿Es esto todo lo que hay?”).

          —El creer es, por tanto, un poder. El poder radica en quien ofrece orden, equilibrio y estabilidad. Este poder se basa en delimitar una cosmovisión. La cosmovisión es una codificación en niveles diversos y simultáneos que conforma la interpretación y el sentido de la realidad.

          —La realidad es la fusión de todos esos niveles, comenzando con la fusión del nivel individual con el nivel colectivo (es por ello que la realidad colectiva coincide mayoritariamente con la individual).

          —El acto de creer es una filtración: el hombre quiere lo que le conviene y cree lo que quiere; es un mecanismo de defensa ante todo aquello que no es posible aceptar por ajeno o incognoscible —o por atroz—; se trata de quitar realidad a lo radicalmente otro, negarle su atemorizante realidad.

          —El equilibrio mental es posible cuando se puede confiar en la realidad filtrada; las advertencias de la otra realidad no son percibidas.

          —La confianza en una determinada realidad puede compartirse; el creer se comparte; así se crea una determinada realidad filtrada y confiable: se trata de la combinación de una manipulación desde afuera y la aportación espontánea de cada individuo que requiere deshacerse del miedo y protegerse de lo ajeno/incognoscible/atroz.

          —La confianza se vuelve conformación; “confía” se transforma en “confórmate”; la conformación no es igual en todas las épocas: se va estrechando y radicalizando cada vez más porque aun la confianza más férrea se va desgastando.

          —El gran misterio es el momento en que la confianza se vuelve fe. De ahí la afirmación de Par Lägerkvist: “Si crees en Dios y Dios no existe, tu fe es un milagro aún más grande”. El milagro es una realidad; es la realidad. La realidad se crea a cada instante y el individuo es creativo en este sentido. Por eso el poder teme tanto a su libre albedrío, es decir a que asuma a fondo la creación colectiva de su propio mundo.

 

*

 

[Fin de Creer.]

 

 

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