sábado, 16 de septiembre de 2023

Jorge Guillén: aireada claridad enorme (1)

DGD: Postales, 2023.

 

r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

Jorge Guillén: aireada claridad enorme (1)

D.G.D.

Desde la primera juventud, Jorge Guillén (Valladolid, 1893-Málaga, 1984) adivinó que su obra no se compondría de poemarios de diversos tonos sino que sería un todo orgánico —al que dio el título general de Aire nuestro— que se presentaría sucesivamente pero implicaría la simultaneidad; así, su primer poemario, Cántico, de 1928, que en ese momento constaba de 75 poemas, va ampliándose (tal vez debería decirse va germinando) en las reediciones: la de 1936 contiene 125 poemas; la de 1945, 270; la de 1950, 334.

   Un cierto cambio de tono se dio, sin embargo, cuando Guillén escribió, en el gran contexto de Cántico, el verso “El mundo está bien hecho”; ese momento era el de la posguerra española, y de inmediato le generó la sorpresa, primero, y la indignación, después, de los poetas de compromiso existencial y social que vivían las terribles consecuencias de la guerra civil. Guillén dirá más tarde, en Clamor (1957), algo que se entenderá como una especie de paso atrás: “El mundo de los hombres está mal hecho”. La crítica, complacida, se apresura a afirmar que Guillén “toma conciencia de la temporalidad histórica” (lo que implica una inconsciencia anterior) y que “Si Cántico es el agradecimiento del poeta por la perfección de la creación, en Clamor se cuartea la creencia en la perfección del cosmos” (en esto va implícito que sólo es aceptable una perfección cuarteada). El propio poeta hablará de las “épocas” en que se divide su obra: la de Cántico parece concluir para dar paso a la de Clamor (1957, 1960, 1963) y luego ésta a la de Homenaje (1967). Sin embargo, no dejará de señalar la unidad de fondo cuando en 1968 publica en Milán la reunión Aire nuestro: Cántico, Clamor, Homenaje.

   Ante todo debe examinarse el contexto en que aparece el polémico verso, que es el del poema “Beato sillón”, en donde el poeta adivina el todo en una parte: “¡Beato sillón! La casa / Corrobora su presencia / Con la vaga intermitencia / De su invocación en masa / A la memoria. No pasa / Nada. Los ojos no ven, / Saben. El mundo está bien / Hecho. El instante lo exalta / A marea, de tan alta, / De tan alta, sin vaivén”. (Portentosa imagen de una dialéctica tan alta que ya no depende de los bandazos entre uno y otro de los polos opuestos: bien/mal, luminoso/oscuro, antes/después...)

   Cuando Guillén escribe “El mundo de los hombres está mal hecho” no se trata de un poeta que corrige un error, una candidez o una inadvertencia, ni tampoco hay en el fondo ninguna contradicción con los principios casi orientales de la poesía guilleniana. Lo que el poeta está pidiendo a sus lectores es que no confundan la vida social con la vida. La vida social es sin duda imperfecta, y una de sus principales imperfecciones es la incapacidad de darse cuenta de la perfección del universo en el que está inserta.

   La figura de un poeta como Vicente Aleixandre se cubre de seriedad cuando se le califica como “el poeta del pesimismo cósmico”, pero la obra de Guillén pierde seriedad cuando es llamado “optimista”. Denominar de esta forma a un escritor arrastra una nota de conmiseración; es como acusarlo implícitamente de escapismo, e incluso de una cierta ingenuidad, esa a la que la crítica, aun la más respetuosa, se siente primero obligada a disculpar si ha de ocuparse de un autor de indudable importancia. Decir, por ejemplo, “era optimista, sí, pero estuvo siempre muy comprometido con la realidad social”, no es falso pero sí tendencioso, puesto que implica que la única realidad con la que cualquiera puede comprometerse es la social; el acto de comprometerse parece traicionarse a sí mismo si tiene cualquier otro tono que la desesperación.

   En nuestros medios están condenados de antemano todos los términos que sean opuestos a las definiciones de la época (de cualquier época): oscuridad, devastación, ruina, desastre, fracaso. Cualquiera de estos vocablos suscita un inmediato reconocimiento, un acuerdo de amarga impotencia, mientras que basta ver cómo el mundo de la intelligentsia recibe términos como felicidad, trascendencia o plenitud. Y tampoco puede culparse a quienes escuchan estas últimas palabras con repugnancia, puesto que el discurso de los media ha abusado de ellas al grado de volverlas coartadas de la hipocresía generalizada.

   Pero Guillén no habló de ese modo: “El mundo está bien hecho” no se refiere únicamente al mundo social, ni considera que la vida en sociedad agote el significado de la palabra vida. No es un poeta optimista (sobreentendido como un autor inconsciente o incluso reaccionario por inadvertencia) ni tampoco pesimista (adjetivo en el que está implícito el haber tomado conciencia de que cualquier claridad es ilusoria). Guillén canta a la plenitud en la profusión de su obra, desde el primer poema hasta el último, y a esto no lo contradice el hecho de que en su obra no están exentos los poemas de desaliento o de angustia. Ese “bien hecho” no da la espalda a nada, todo lo contrario. Guillén es el cantor de la poiesis, de la creación en todos sus niveles y manifestaciones: “Yo adivino / Por los ojos, por la mano / Lo que se revuelve arcano / Bajo calidad tan lisa. / Toda un alma se precisa, / Vale. Tras ella me afano”.

   Aire nuestro es una declaración de principios del hombre que busca crearse un alma: “Respiro, / Y el aire en mis pulmones / Ya es saber, ya es amor, ya es alegría, / Alegría entrañada / Que no se me revela / Sino como un apego / Jamás interrumpido / —De tan elemental— / A la gran sucesión de los instantes / En que voy respirando, / Abrazándome a un poco / De la aireada claridad enorme”.

 

 

 

 

 



 

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Cántico fue editado por primera vez en 1928; la versión final, publicada en 1950 en Buenos Aires, se divide en cinco partes: “Al aire de tu vuelo”, “Las horas situadas”, “El pájaro en la mano”, “Aquí mismo” y “Pleno ser”. Clamor se compone de tres volúmenes: Maremágnum (1957), Que van a dar en el mar (1960) y A la altura de las circunstancias (1963). Homenaje fue publicado en 1967. Luego Guillén publicaría Y otros poemas (1973) y Final (1982).

 

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 [Leer Jorge Guillén: aireada claridad enorme (2)]

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