viernes, 5 de junio de 2020

El misterio de los cien monos (XLIII)

DGD: Morfograma 94, 2020.




El simultaneísmo y la metáfora


Ni el empirismo científico ni el escape idealista

El mundo asfixiado por el materialismo empírico vio producirse diversas válvulas de escape en un retorno quizá desesperado hacia las filosofías idealistas. Mas este extremismo dio lugar a otras asfixias: la vuelta a la visión socrática de una sociedad comandada por reyes filósofos, o el retorno mal entendido a las místicas orientales según las cuales el mundo es una ilusión, o a las religiones medievales obsesionadas con el cielo y el desprecio a la vida material, o a la glorificación hegeliana del individuo trascendido por el Estado. Quienes buscan reconciliar ciencia y religión demandan un territorio que ni el empirismo científico ni el escape idealista han podido fundar.
          Sin embargo, ¿en verdad podrá esa reconciliación abonar el territorio en donde sea posible enfrentar un misterio integral de modo integral? Acaso únicamente si se abandonan los literalismos —origen de los fundamentalismos—, y no sólo desde el lado religioso (la necesidad de tomar literalmente el fondo y a veces la forma de las Sagradas Escrituras) sino también del científico (casi la misma mecánica aplicada al paradigma en turno centrado por los grandes libros de la ciencia, desde los Principia hasta El origen de las especies). Desde la más remota antigüedad, los poetas han transmitido la clave esencial: la mirada metafórica. La reunificación de ciencias y religiones seguirá siendo imposible, o en todo caso no pasará de ser precaria, si deja de lado esa gran enseñanza de los poetas, los magos y los visionarios. El valor de visiones como la de Rupert Sheldrake no radica en que sean “teorías” y tampoco “revelaciones”, sino metáforas.
          En el reencuentro ciencia-religión, un primer gran problema a considerar estriba en el modo en que ciertos teóricos se han aprovechado de esta discusión para llevar agua a sus respectivos molinos ideológicos. Muchos de los pensadores que se oponen al evolucionismo darwinista, afirman que el universo tiene un “diseño inteligente”, lo que significa, en términos prácticos, que las cosas deben dejarse como están, ya que existe una “razón” para el estado actual del mundo. Se llega así, por otro lado, al conservadurismo más rabioso.
          Mas existen aún peores derivaciones: en Intelligent Design (2002), William A. Dembski afirma que numerosas actitudes modernas impiden el florecimiento humano, y promete que un “creacionismo del diseño inteligente” revigorizará las concepciones de la ley natural en la ética social y eliminará tales actitudes y conductas. Sin nombrarlas directamente, pero claramente señalándolas con sus ejemplos, Dembski está apoyando no sólo a nociones como el capitalismo irrestricto y el dominio imperialista, sino también a la intolerancia racial y de género, la ingeniería genética y los demás elementos tan caros al neonazismo de fines del siglo XX.


El miedo a la simultaneidad

Algo parecido sucede con la paralela teoría de la “irreductible complejidad” del bioquímico Michael J. Behe, que en Darwin’s Black Box (1998) exclama que la teoría darwinista puede aplicarse rudimentariamente a los grandes saltos evolutivos (macroevolución), pero no a los cambios más pequeños, aquellos que se producen en las estructuras a nivel bioquímico. Behe define a estas estructuras como máquinas que, para funcionar, requieren de todas sus partes; es decir que no pueden evolucionar lentamente, una a una, porque el sistema no funciona sino hasta que cuenta con todas sus partes maduras y operativas. Y como la evolución química y molecular precede a la biológica, el problema de los sistemas “irreductiblemente complejos” se halla en el principio de todo.
          Este bien podría ser el momento en que Behe desembocara a un punto teórico en el cual debe aceptarse que lo ubicuo y simultáneo es tan posible y real como lo sucesivo y evolucionista. Probar, así sea a nivel bioquímico, que el sucesivismo de Darwin sólo funciona “a medias”, debería equivaler a aceptar por fin el simultaneísmo, es decir la base misma de la tesis de Sheldrake y de los territorios que éste ha aceptado como precursores: la magia, la alquimia, la astrología; son estos los lenguajes de que Sheldrake se sirve para entrever el modo en que se realiza la intercomunicación simultánea de los campos mórficos, más allá del tiempo y el espacio, es decir más allá de lo sucesivo.
          Lejos de ello, Behe, que dice rehuir también al creacionismo, se detiene ahí satisfecho: ha probado la existencia de Dios a partir de la bioquímica. La ideología agazapada detrás del lema “diseño inteligente” hará el resto. Este bioquímico no ha mencionado la palabra “Dios”, pero ha usado un curioso eufemismo: “caja negra”, término usado para aludir a cualquier aparato cuya función general es tan conocida como desconocidos sus funcionamientos internos, ya sea porque no pueden ser vistos o sencillamente porque son incomprensibles. Behe usa a la computadora como máximo ejemplo de tantos aparatos que la civilización usa sin comprender los complejos detalles de sus mecanismos interiores. En su libro, la “caja negra de Darwin” es la célula, esa misteriosa y sutil “máquina” que escapa a toda explicación por medio de la selección natural. No obstante, al ignorar el simultaneísmo, Behe se vuelve otro más de los teóricos creacionistas. Fascinado por la coherencia de su aparato de ideas y ajeno a toda visión metafórica, desconoce la propia metáfora que su teoría implica. Todo se limita a que su respectiva caja negra es Dios, al que este bioquímico, maravillado, ha descubierto escondido en las más pequeñas estructuras de lo vivo.
          Sin embargo, no se crea que el simultaneísmo es deliberadamente ignorado (o acallado) en toda la literatura científica: en ella existen advertencias sobre el “peligro de la simultaneidad”, y acaso el mejor ejemplo de esto es Madness and Modernism: Insanity in the Light of Modern Art, Literature, and Thought (1992). El autor, Louis A. Sass, psicólogo clínico, arguye que la esquizofrenia y la modernidad guardan tajantes similitudes: fragmentación, desafío a la autoridad, múltiples puntos de vista contradictorios entre sí, auto-referencialidad y rechazo del mundo exterior para privilegiar un yo omnipotente, o bien, para sufrir una pérdida total de la individualidad. Con objeto de “demostrar” su teoría, analiza la auto-invención de Nietzsche, la estética de Baudelaire, la introversión de Kafka, la “personalidad robótica” de Alfred Jarry, la pérdida del yo sufrida por Artaud y el “lenguaje desviado” de Rimbaud, Sartre, Beckett y Barthes.
          Para Sass, todos los males provienen de la hiperconciencia, y el arte moderno vale por su carácter de síntoma de una enfermedad; la propuesta de este psicólogo radica en separarse de la concepción usual de la esquizofrenia (una enfermedad degenerativa, un intento de retorno a un “primitivismo dionisiaco”), y verla como una especie de malsana “super-normalidad” en la que se conjuntan las peligrosas paradojas de la hiperconciencia. Ésta lleva a la simultaneidad y, “por tanto”, a uno de dos inevitables padecimientos, signos de nuestros tiempos: el superlativo reforzamiento del ego o su radical desaparición. La caja negra de Sass, el único dios al que se acoge, es la psiquiatría oficial: el discurso intelectual de la modernidad es para él una clara sintomatología. No obstante, si se hace omisión de las tesis e interpretaciones de este libro —que no son más que diagnósticos clínicos—, lo que hay aquí es una involuntaria antología de testimonios de la suprema necesidad en el arte occidental: la mirada ubicua. Sass ha reunido una serie de grandes voces para manipularlas y reducirlas, pero esas voces terminan por invertir las valencias del libro y revelarlo como un síntoma en sí mismo: una muestra del pánico de Occidente hacia lo simultáneo.

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Libros citados
Behe, Michael J.: Darwin’s Black Box: the Biochemical Challenge to Evolution, Touchstone Books, Nueva York, 1998.
Dembski, William A.: Intelligent Design: the Bridge Between Science & Theology, Intervarsity Press, Downers Grove (Illinois), 2002.
Sass, Louis A.: Madness and Modernism: Insanity in the Light of Modern Art, Literature, and Thought, Basic Books, Nueva York, 1992.



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