miércoles, 16 de diciembre de 2020

El misterio de los cien monos (LXII)

DGD: Morfograma 113, 2020.

 

 

La ciencia estudia sistemas aislados

 

Difícil “figura” la de Paul Kammerer. A fines del siglo XX las evidencias del caso fueron reexaminadas (sobre todo las fotografías que sobrevivieron y que registran el experimento): una vez más, los análisis sugirieron la integridad del biólogo. Y sin embargo, esta tardía exculpación permanece tan poco escuchada como los dispersos brotes de una “herencia” (para usar un término tan delicado en estos ámbitos): de modo insólito, casi como demostración autónoma de la serialidad, aparecen continuadores, pero lo que ellos han heredado no es el estudio de la serialidad sino los intentos de Kammerer por reivindicar a Lamarck. En Lamarck’s Signature: How Retrogenes Are Changing Darwin’s Natural Selection Paradigm (1999), el biólogo australiano Edward J. Steele reporta los resultados de sus experimentos llevados a cabo durante años y muestra evidencia de que algunas funciones inmunológicas adquiridas en vida por ciertos sujetos, se han heredado a los descendientes. La “herejía lamarckiana” vuelve por sus fueros en un tiempo darwinista no menos cerrado que el de Kammerer.

          Y es que la ciencia sigue actuando, incluso en sus tiempos de mayor sofisticación (que son siempre los de la “actual modernidad” en turno), según la clásica maniobra de aislar fenómenos con el fin de evitar “perturbaciones exteriores”. Dicho de otra manera: la ciencia estudia sistemas aislados. Dificilmente se ha hecho caso a la admonición de Max Planck (premio Nobel de Física de 1918 “por su papel jugado en el avance de la física con el descubrimiento de la teoría cuántica”): “Debe ser eliminada la suposición de que el curso ordenado de un proceso puede ser representado por un análisis de él inserto en procesos temporales y espaciales. La concepción de totalidad debe ser introducida tanto en la física como en la biología”.

          Paul Kammerer era ante todo un hombre de ciencia y con definitiva acritud desechó la mística; aún más lo habría hecho de haber vivido en la época de la excesiva e ingenua New Age (al igual que lo hacen científicos como Rupert Sheldrake). Sin embargo, su visión era mística en esencia, y a tal grado, que no habría merecido la desaprobación de Fort y acaso ni siquiera la de Swedenborg. Fue por decisión —y no por imposibilidad— que Kammerer no dio ese salto conjunto —o unitario— al que alude otro científico de igual necesidad unitaria, Edward Osborne Wilson.

          En Consilience (1998), este biólogo emprende el intento por devolver la “teoría general de los sistemas” a sus fuentes menos equívocas; más que “concilio” o “elasticidad”, el título de su libro alude a un “salto conjunto” de todas las ramas del conocimiento, ya sea que provengan de la religión o de la ciencia, del arte, la mística o las humanidades. Se ha dicho que cada una de ellas aporta una “propuesta operativa”, cuando en realidad lo que se busca parcialmente es un sentido general. A pesar de que Wilson aporta siempre la “base científica” y cumple con la cuota de “evidencias” (incluso aceptando el darwinismo como un hecho), su visión y su postura incomodan a sus colegas menos dispuestos a lo integral: “El homo sapiens, la primera especie verdaderamente libre”, escribe, “está a punto de deshacerse de la selección natural, la fuerza que nos hace. [...] Pronto deberemos mirar en nuestra más profunda interioridad y decidir en qué queremos convertirnos”.

          De modo lamentable, también la teoría de Lamarck tiene un lado oscuro, puesto que fue el primero en retirar la llave de la evolución de las manos de la divinidad y en colocarla en las del hombre; sus repercusiones, pues, vistas de este modo, culminarían en un apoyo teórico a la ingeniería genética. Resulta curioso que asimismo parece apoyarla Darwin, el cuasi-detractor de Lamarck. La clave está en la frase de Wilson: ¿qué individuo o conjunto de individuos (élite) elegirá en qué queremos convertirnos? Es evidente que si esta elección surge de los cenáculos del poder, toda teoría imaginable se usará como apoyo para un “cambio total” que dejará las cosas tal como están ahora: el dominio, la rapiña y el sojuzgamiento de unos cuantos sobre los demás. No obstante, la forma verbal queremos implica a la humanidad en su conjunto y sin excepción alguna; sólo ella puede y debe tomar la gran decisión: únicamente ella puede mirar en nuestra más profunda interioridad y librarse de todos los equívocos.

 

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Libros citados

Planck, Max: Eight Lectures on Theoretical Physics, Dover Publications, Nueva York, 1915; trad.: A.P. Wills.

Steele, Edward J., Robyn A. Lindley y Robert V. Blanden: Lamarck’s Signature: How Retrogenes Are Changing Darwin’s Natural Selection Paradigm, Perseus Publishing (Helix Books Series), Boulder (Colorado), 1999.

Wilson, Edward Osborne: Consilience: The Unity of Knowledge, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1998.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXIII).]

 

 

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